14 de abril

MARÍA MÁRQUEZ TEJADA, Madrid

La proclamación de la República Española cumple años. 89 concretamente. En este aniversario nadie saldrá a la calle para conmemorarla, no habrá imágenes como las del 14 de abril de 1931 con las calles madrileñas repletas de celebraciones. 

En las elecciones de ese mismo año fue la primera vez que las mujeres pudimos entrar en el hemiciclo, aunque fuéramos elegidas por hombres, los únicos con derecho a voto. Las tres elegidas fueron Victoria Kent, Clara Campoamor y Margarita Nelken. Dentro del congreso velaron por intentar cambiar la realidad de sus compañeras. 

Victoria Kent es menos recordada que Clara Campoamor, hasta hace unos años mi única referencia era que se había opuesto al voto femenino. Pero Kent fue quién se encargó de que la situación de las mujeres en las cárceles se equiparara a la de sus homónimos. Y para ello, ideó la Cárcel de Ventas,  que pretendía ser la prisión modelo, con bibliotecas, terrazas y con funcionarias preparadas para ello. Aunque la cárcel es más conocida por su fatídica historia de almacén de reclusas en la época franquista. Adiós a “mi criterio es de absoluta igualdad”.

La cárcel madrileña se llenó. Primero durante la Junta de Casado, de mujeres sobretodo comunistas, como ofrecimiento al ejército de Franco. Aunque ellas fueron liberadas poco antes de que entraran los sublevados en la capital, no como sus compañeros que sí que fueron dados a Franco y nunca recuperaron la libertad. Muchos de ellos fusilados, como Eugenio Mesón y sus compañeros. 

Una vez Franco se hizo con la capital comenzó el período más oscuro de la cárcel. Hacinamiento, condiciones insalubres, fusilamientos al alma, torturas y demás brutalidades ejercidas contra las presas. Todo ello junto a la negación de su condición de presas políticas, ellas no tenían ideas para el régimen, todo lo que pudieron haber hecho era por influencia masculina. 

Antes la república ya las había tratado así. Esclarecedora es la figura de la miliciana. A las mujeres se las llamó a la lucha armada contra los sublevados. Allí estuvieron con sus fusiles al hombro, retratadas por los fotógrafos, aunque el momento del retrato era el único en el que les dejaban coger el fusil. Los hombres seguían acaparando el poder, fueron pocas las que dirigieron algún batallón y las que no sólo se limitaron a fregar en las trincheras. 

De lo que más se deberían avergonzar no es de eso, sino de cómo las expulsaron, las mandaron a la retaguardia. Las acusaron de llevar a los batallones las enfermedades venéreas y de ejercer la prostitución. 

Adiós a la lucha, a la igualdad,  la burbuja de la emancipación de la mujer explotó con la llegada de la guerra.

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