David Simon y James Franco vuelven con The Deuce, una serie que se centra en los orígenes del porno en la Nueva York más oscura

El creador de The Wire vuelve con su socio George Pelecanos en una serie que retratará la vida de dos gemelos y una decena de chulos , mafiosos y prostitutas en la época del boom del porno.

JM. RODRIGUEZ, Madrid

The Deuce es una de las grandes apuestas de HBO para este otoño. Se trata de una historia sobre los inicios del porno en la Nueva York de los 70, que se presenta repleta de chanchullos mafiosos, explotación laboral, patriarcado y escenarios vintage. James Franco, flamante ganador de la Concha de Oro del festival de San Sebastián, interpretando a dos gemelos parece ser la cara más visible de la serie, sin embargo, hay alguien que le roba los focos: su creador, David Simon.

David Simon nunca ha ganado un Emmy; nunca ha ganado un Globo de Oro y, sin embargo, si preguntas cuál es la mejor serie de la historia, cientos de miles de personas mencionarán alguna de él. Es parte del encanto de la figura de Simon. Siempre en los márgenes. Porque David Simon no tiene  grandes masas de espectadores. Sus series no son ni de lejos las más vistas, no llenan trendings topics, ni “lo petan”. Tampoco lo pretende. Como dijo una vez: “que se joda el espectador ocasional”. Y para ello ha hecho un poco de todo, como hacer que los propios americanos tuvieran que poner los subtítulos para poder entender el argot de las calles de Baltimore en The Wire, reflejar las condiciones del ejército estadounidense y criticarlo en Generation Kill o hablar de racismo y vivienda en un suburbio de Nueva York en Show me a Hero.

De izquierda a derecha: “Muslos Bomba”, prostituta interpretada por Pernell Walker, Vincent Martino, uno de los gemelos a los que da vida James Franco, y “Candy”, a la que da vida Maggie

David Simon no tendrá las mayores audiencias, pero sí tiene fans, y muchos o, al menos, muy insistentes. Los que le arrojan la etiqueta de alta cultura, aunque se haya pasado la vida escribiendo sobre las calles.  Aquellos seriéfilos  que dan las etiquetas en función de si cantaste junto a Mcnulty una canción de The Pogues en un bar irlandés, o sabes que la cocaína en Baltimore se mueve en la esquina de la calle Lafayette. Estos, por un lado, han conferido la etiqueta de serie de culto a todas sus creaciones, pero, por otro lado, han creado una barrera bien alta para muchos fans que miran con miedo e, incluso, temor al aburrimiento de las creaciones de Simon. Sí, los fans de The Wire son (somos) unos pesados.

Cuando Times Squares no era marketing

La premisa de The Deuce puede hacer que muchos de estos espectadores ocasionales se acerquen a la obra del autor de Baltimore. Al fin y al cabo, una serie sobre el porno promete de primeras una buena ración de sexo en pantalla, drogas, dramas amorosos e historias trágicas. Y si bien todo está presente en la serie, está bien bañado en ese sello de realismo sucio que se han encargado de homologar David Simon y su colaborador George Pelecanos.

The Deuce habla de una época donde las grandes marcas no se pegaban para colar sus mensajes en Times Square, y esta plaza no estaba llena de muñequitos de Disney con los que fotografiarse. Habla de una época donde alrededor de la plaza neoyorquina reinaban las drogas, los tugurios, el sexo y cosas mucho peores.

En el primer episodio, de hora y veinte minutos de duración, por aquello de “que se joda el espectador ocasional”, no se menciona ni una sola vez la palabra “porno”, ni se hace una referencia a ese mundillo. No será hasta el segundo capítulo cuando se nos muestre algo de esa industria creciente en la que, se supone, se centra el argumento de la serie. Durante los  ochenta minutos del capítulo, se presenta a los personajes: James Franco interpreta a los gemelos Martino que, pese a que se presentan antagónicos, como mandan los cánones, pronto se verá que esconden más profundidad de la que parece. Y aunque en los carteles de promoción Franco sea omnipresente, su rol no es ni mucho menos protagonista. Son las chicas, prostitutas que ocupan las calles de la Gran Manzana, quienes tienen el peso de la trama, y las hay de todo tipo: pueblerinas, pijas, gordas, altas, negras, blancas… Como  en sus otras series, Simon busca retratar un mundo “real”, “verídico”, donde la moralidad y las chicas de revista están tan fuera del alcance de la cámara como del de los propios espectadores. Y en el mundo real, por mucho que no guste a algunos, hay mujeres fuertes, como Candy, la prostituta encarnada por Maggie Gyllenhall, que cuando el tiempo se lo permite va a casa de su madre a visitar a su hijo, ajeno al drama de su madre. Tampoco se puede olvidar a sus chulos, claro, perfectamente dibujados en su relación con sus “chicas” y huyendo de la sentimentalización de estas relaciones de dominación.    

Desde el primer minuto, se deja claro. En este Nueva York no hay héroes. Nadie quiere ser uno, y todos tienen que lidiar con sus propios problemas. Sobrevivir es la meta y, si uno se puede forrar por el camino, mejor. Da igual de donde venga el dinero. Los jefes mandan y los peones deben buscarse la vida para poder librarse de ellos. Tan fácil como eso, tan difícil como eso.

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